miércoles, 16 de junio de 2010

Arte islámico
1 INTRODUCCIÓN

Arte islámico, arte y arquitectura de las áreas de Oriente Próximo, norte de África, norte de la India y España que formaron parte del territorio del islam en diversos momentos desde el siglo VII.

2 ORÍGENES Y CARACTERÍSTICAS

Dos rasgos dominantes del arte y la arquitectura islámicas, la importancia de la decoración caligráfica y la composición espacial de la mezquita, estuvieron íntimamente ligados a la doctrina islámica y se desarrollaron en los primeros tiempos de su religión.

El profeta Mahoma fue un rico comerciante de La Meca que experimentó una serie de revelaciones divinas a los 40 años y comenzó a predicar la nueva fe. Sus enseñanzas están contenidas en el Corán, libro sagrado de los musulmanes, que recogió la herencia lingüística de la literatura árabe. La posición esencial que este libro ocupa en la cultura islámica y la estética propia de la escritura arábiga, contribuyeron al desarrollo de los estilos decorativos caligráficos en todos los campos del arte islámico. Con la palabra escrita, especialmente las inscripciones coránicas, se decoraron las mezquitas y sus objetos litúrgicos.

En el año 622 d.C. Mahoma huyó de La Meca en dirección a Yatrib, la futura Medina, en lo que se denomina la Hégira, que supuso el inicio de la cronología islámica. En Medina, Mahoma reunió a un grupo de creyentes para celebrar la oración comunitaria. La casa de Mahoma consistía en un recinto cuadrado de muros de adobe abierto a un patio, rematado por un soportal o cobertizo en el lado sur. En el muro oriental se levantaron las habitaciones de las mujeres del Profeta, volcadas hacia el patio, donde se reunían los fieles para orar bajo las directrices de Mahoma, que se subía en un estrado para dirigirles. En esta disposición se ha querido establecer el origen de las futuras mezquitas, que suelen presentar un patio interior (sahn) rodeado de pórticos (riwaqs) y un espacio cubierto (haram), articulado mediante naves de columnas y delimitado por la quibla, el muro que señala la dirección de La Meca.

Los primeros seguidores de Mahoma fueron pueblos nómadas procedentes de la península Arábiga, con escasas tradiciones artísticas, en contraste de los imperios que conquistaron posteriormente. A medida que se expandió, el islam asimiló las distintas tradiciones culturales y artísticas de los pueblos sometidos, instaurando así un estilo artístico propio, que varía de acuerdo con las diversas áreas climáticas o los materiales disponibles. Algunos motivos adaptados de otras culturas se convirtieron en temas universales del mundo islámico.

El arte islámico evolucionó a partir de muchas fuentes, como las romanas, paleocristianas o bizantinas, que se entremezclaron en su primera arquitectura, el arte persa Sasánida y los estilos del centro de Asia, incorporados a través de las incursiones turcas y mongolas. El arte chino constituyó un ingrediente esencial de la pintura, la cerámica y las artes textiles.

3 DESARROLLO HISTÓRICO

El desarrollo del arte islámico desde el siglo VII al XVIII se divide en tres periodos. El periodo de formación, que coincide aproximadamente con el califato Omeya (661-750), bajo cuyo mandato el territorio islámico se extendió desde Damasco (Siria) hasta España; el periodo medio que abarca la época de los califas Abasíes (750-1258), establecidos en Bagdad (Irak), hasta la conquista mongola, y el periodo que transcurre entre esta conquista y el siglo XVIII.

Dentro de esta secuencia se pueden discernir, en las diferentes partes del mundo islámico, diversos estilos artísticos asociados a las correspondientes dinastías de gobernantes. Además de aquellos relativos a las grandes dinastías Omeya y Abasí, cabe mencionar otros estilos, como el de los turcos Selyúcidas, que gobernaron Irán desde mediados del siglo XI a 1157; el de los kánidas, pueblo mongol que controló el este de Irán de 1256 a 1349; los Timuríes, grandes mecenas de la cultura iraní, instaurados al oeste de Irán entre 1378 y 1502 y los Safawíes, gobernantes de la totalidad de Irán de 1502 a 1736. El arte islámico también floreció bajo los turcos otomanos, que dirigieron Turquía de 1299 a 1922 y extendieron su imperio por Egipto y Siria en el siglo XVI. En el noreste africano destacan estilos relacionados con el reinado de los fatimíes (909-1171) y con el de los mamelucos, que controlaron estos territorios desde 1250, mientras que en el Magreb y el sur de la península Ibérica cabe mencionar el apogeo de las tribus bereberes, los almorávides y los almohades, así como la dinastía Nazarí del reino de Granada.

4 ARQUITECTURA

El escaso ritual del culto islámico dio lugar a dos tipologías de carácter religioso: la mezquita (masjid), recinto donde la comunidad se reúne para orar, y la madrasa o escuela coránica. Dentro de la arquitectura civil destacan los palacios, los caravasares y las ciudades, en las que se consiguió un planeamiento racionalizado de acuerdo con las canalizaciones de agua y la protección frente al calor. Otro edificio importante en el islam es el mausoleo, enterramiento de un gobernante y símbolo de su poder terrenal. Todos estos edificios religiosos y seculares tienen numerosos elementos estructurales y decorativos en común.

4.1 Mezquitas

El muro de la quibla indica la dirección hacia la que los musulmanes deben dirigir su oración, la ciudad santa de La Meca. Para diferenciarla del resto de las paredes del templo se abre en ella un pequeño ábside o nicho llamado mihrab, similar al altar cristiano pero sin su contenido simbólico. El resto de las sala de oración es un espacio techado indiferenciado, dividido en ocasiones por series de arquerías sobre columnas, paralelas o transversales al muro de la quibla. Esta disposición, heredada de las basílicas paleocristianas y transformada por el culto musulmán en la tipología conocida como mezquita hipóstila, evita las articulaciones espaciales jerarquizadas, características de sus antecesoras cristianas. Otra de las novedades de estas salas hipóstilas es su capacidad para crecer indefinidamente, como en el caso de la mezquita de Córdoba (España, siglos VIII-X), ampliada en numerosas ocasiones debido al aumento de la población.

4.1.1 Patio

Las mezquitas, sin embargo, mantuvieron la concepción primitiva del rezo al aire libre, en un patio rodeado de soportales que proporcionaban sombra a los fieles. Por ello la sala de oración permaneció como un espacio abierto al patio o sahn, que siguió siendo un elemento importante del conjunto, a menudo con igual o mayor superficie que la zona cubierta. En algunos casos —como en las mezquitas de Córdoba o Sevilla (España)— el sahn imitaba la configuración interior por medio de filas de naranjos alineados y a la misma distancia que las columnas de la sala adyacente. Además, en el patio solían aparecer dos elementos característicos: la fuente para las abluciones (sabial) y la torre para llamar a la oración, el alminar o minarete.

4.1.2 Minarete

En los primeros tiempos no existía el alminar, de modo que los fieles se reunían para orar sin necesidad de una llamada previa. Sin embargo, debido al aumento de la congregación, se acabó instituyendo la llamada de un muecín, a viva voz, desde la cubierta más alta del edificio. La Gran Mezquita Omeya de Damasco (705-715) es el primer ejemplo que presenta una torre o minarete, situada en una de las esquinas del patio, para realizar esta función.

4.1.3 Cúpula

Las cúpulas, un elemento importante de la arquitectura islámica, proceden de la arquitectura Sasánida y de las tradiciones paleocristianas. La primera mezquita monumental se conoce con el nombre de cúpula de la Roca (Jerusalén, finales del siglo VII), un espacio centralizado de planta octogonal rodeado por dos deambulatorios y cubierto por una gran cúpula. Su composición deriva de la arquitectura romana, probablemente de la mezquita del Santo Sepulcro (siglo IV) en Jerusalén. La mezquita de la Roca está decorada con mosaicos coloristas, tanto en su interior como en el exterior y alberga la piedra desde la que, según la tradición musulmana, Mahoma ascendió al cielo.

El mausoleo, construido a principios del siglo X, para el gobernador de Bujoro, en Asia Central, es otro ejemplo de gran relevancia arquitectónica. Este edificio cuadrado de ladrillo posee una cúpula sobre trompas (pequeños arcos que hacen de puente en los ángulos del cuadrado para facilitar la transición hacia el espacio circular de la cubierta), derivadas del Irán Sasánida en lugar de las tradicionales pechinas (secciones esféricas triangulares) propias de la arquitectura bizantina.

Bajo los otomanos las mezquitas se construyen siguiendo la tradición bizantina. De este modo, la magnífica mezquita de Selimiya (1569-1574) en Edirne (Turquía), obra del arquitecto turco Sinan, posee una colosal cúpula precedida por un patio porticado, donde se multiplican las pequeñas cúpulas y semicúpulas. La composición es similar a la de la basílica de Santa Sofía en Constantinopla (actual Estambul, Turquía), el ejemplo más significativo de la arquitectura bizantina, que luego fue convertida en mezquita. Esta forma —que Sinan también empleó en la mezquita de Solimán— influyó en el diseño de otras mezquitas de Oriente Próximo y la India.

4.1.4 Iwan

En las mezquitas Abasíes de Irak, aunque se mantiene la tipología hipóstila siria, se va imponiendo el modelo formado por un patio central al que comunican los diversos iwanes o salas abovedadas que se abren a través de grandes arcos. Esta disposición tiene su origen en la arquitectura del Irán Sasánida.

4.1.5 Arco apuntado

Aunque el arco de herradura está estrechamente ligado a la arquitectura islámica, su origen se remonta al Imperio romano. Los visigodos de la península Ibérica lo emplean en numerosas ocasiones, y sus invasores Omeyas lo adaptaron finalmente para las construcciones musulmanas. Otro de los arcos empleados por los arquitectos islámicos fue el apuntado, de origen sirio-romano y también recogido por la dinastía Omeya, aunque más tarde se difundió por el califato de Bagdad. Desde allí se transmitió hacia África, y los pueblos bereberes del Atlas lo exportaron hacia sus territorios españoles, donde se conservó entre los artífices mudéjares que, a su vez, extendieron su empleo por Latinoamérica.

4.1.6 Mimbar y maqsura

El mimbar o púlpito se utilizó por primera vez en la mezquita de Medina. Al principio se empleaba como estrado, pero pronto se convirtió en un verdadero púlpito para la predicación del imán. Otro de los elementos característicos de las mezquitas es la maqsura, un espacio acotado por arquerías situado delante del mihrab y decorado con mayor riqueza. Es un ámbito destinado a los gobernantes de la comunidad con el fin de protegerles de sus enemigos, especialmente después de que varios de los primeros califas fueran asesinados por la espalda durante la oración.

4.2 Madrasas

Bajo los Abasíes se introdujo en Irán una nueva tipología de edificio religioso, la madrasa o seminario religioso. Su forma, basada en la arquitectura Sasánida, dio lugar a un nuevo tipo de mezquita que se difundió rápidamente por numerosos países. La madrasa y la mezquita-madrasa están configuradas por iwanes, es decir, salas emplazadas en los ejes de un rectángulo que se abren con grandes arcos a un patio central. Las madrasas suelen disponer de habitaciones en torno al patio dedicadas al estudio o a los dormitorios de los estudiantes. En algunos edificios del último periodo, el patio está cubierto por una gran cúpula. A partir del siglo XI fueron elegidos por califas y emires para construir sus mausoleos. La mezquita del Viernes (donde se congrega el mayor número de fieles de una ciudad) de Ispahan (siglo XI, Irán), es el primer ejemplo de mezquita-madrasa. En este edificio, como en muchas tumbas del mismo periodo, aparece la decoración a base de mocárabes, especie de estalactitas o formas prismáticas que penden de las bóvedas o arcos. Entre los ejemplos tardíos de mezquita madrasa destacan, también en Ispahan, la Masjid-i-Sha, en la que el iwan principal está coronado por una elevada cúpula apuntada y la Lutfullah, con otra cúpula recubierta con espléndidos azulejos.

4.3 Arquitectura civil

Durante la época de los Omeyas y primeros Abasíes, los príncipes de las familias construyeron varios palacios en el desierto de Siria e Irak. Algunos de ellos estaban rodeados por terrenos de caza —como los de los últimos reyes Sasánidas— y otros disponían de baños abovedados derivados de la arquitectura tardorromana, que también se aprecia en su empleo como villas o explotaciones agrícolas. Por ello, estos palacios supusieron una síntesis entre las tradiciones orientales y occidentales, característica del primer arte islámico. Al mismo tiempo demostraban una cierta libertad frente a las recomendaciones contra el arte figurativo, que no llegaban a alcanzar connotaciones prohibitivas en el Corán pero sí en los hadit (tradiciones orales) del siglo IX. Los palacios Omeyas estaban decorados con mosaicos, pinturas murales y estucos, representando animales, escenas cortesanas o al propio califa. Esta decoración deriva en gran medida de la tradición Sasánida.

En el periodo medio, el mundo islámico produjo los mejores frutos de su civilización urbana. Con la invasión de los mongoles, no obstante, muchas ciudades fueron destruidas o reducidas a pueblos, y se perdieron los ingeniosos sistemas hidráulicos que las permitían existir.

Bajo los Abasíes se fundó en medio del desierto, cerca de Bagdad, una ciudad administrativa llamada Sāmarrā, que no llegó a terminarse. Sāmarrā ocupaba una extensión de 175 hectáreas rodeada por una enorme muralla, contaba con jardines, palacios, edificios administrativos, una mezquita, baños y cuarteles. Los edificios residenciales estaban decorados con pinturas figurativas, pero los motivos ornamentales más delicados están tallados en estuco, siguiendo esquemas geométricos de origen turco. Todas estas ciudades de nueva planta, como Sāmarrā, El-Fustat (cerca de El Cairo y conocida por excavaciones) o Medinat al-Zahara, cuentan con importantes infraestructuras como acueductos y redes de alcantarillado.

Otro de estos palacios-ciudades del mundo islámico fue la ya citada Medinat al-Zahara en las cercanías de Córdoba (España), edificada por el primer califa cordobés Abd-al-Rahman III —de la dinastía Omeya huida desde Siria hasta al-Andalus— y destruida por las tribus bereberes en el siglo XI.

La tradición islámica de los palacios-ciudades se mantuvo en el norte de África, en Estambul, donde los turcos otomanos comenzaron en 1459 la construcción del palacio Topkapi, y en el reino Nazarí de Granada (España), con el magistral palacio de la Alhambra. El conjunto de la Alhambra está formado por un fortaleza o alcazaba y por el palacio real. A su vez, el núcleo principal del palacio está constituido por una zona oficial en torno al patio de Comares y otra residencial abierta al patio de los Leones. En el centro de este último aparece una fuente sobre figuras de leones con surtidores en sus bocas. El mismo tema del león se repite en la escultura de bronce de pequeño formato y en numerosos recipientes cerámicos (véase más abajo Artes decorativas).

En Irán los últimos grandes constructores fueron los Safawíes, cuya contribución a la arquitectura civil incluye puentes, campos de polo y palacios con miradores de madera. En el palacio de Abbas I se construyó una galería de arte para albergar su colección de porcelanas chinas.

Los caravasares fueron una contribución Selyúcida. Son lugares de descanso para los viajeros de las rutas de caravanas y cuentan con una sala de columnas o apadana y un patio para los animales. Otros edificios destacados de la arquitectura civil islámica fueron los baños públicos, bazares, jardines y ribats o guarniciones fronterizas, como los que se conservan en Túnez.

4.4 Tumbas y mausoleos

Las tumbas y los mausoleos, levantados como símbolos del poder de los gobernantes fallecidos, se convirtieron en los monumentos más importantes del islam después de las mezquitas y los palacios. Entre los ejemplos más destacados se halla la necrópolis de las afueras de El Cairo, que presenta tumbas cupuladas construidas por los mamelucos en el siglo XV. La necrópolis Sah-i-Zindeh (siglos XV y XVI) erigida por los Timuríes en Samarcanda, es un impresionante grupo de edificios de ladrillo cubiertos con esbeltas cúpulas sobre tambores, como la tumba de Tamerlán. En Irán, bajo la dominación mongola, se desarrolló un tipo característico de enterramiento cuyo ejemplo más brillante es el gran mausoleo de Sultaniyah (siglo XIV), cuya cúpula se eleva aún más por la inclusión de un tambor octogonal. En relación a este tipo, la obra más representativa del periodo mogol en la India es el famoso Taj Mahal, en Āgra, un mausoleo construido en el siglo XVII por arquitectos iraníes.

4.5 Decoración arquitectónica

El estuco, el ladrillo y el azulejo se usaron como elementos decorativos en los edificios islámicos. Los Selyúcidas añadieron la cerámica vidriada (véase más abajo Cerámica). La superficie de los mihrabs, con sus bandas de inscripciones coránicas, se realizaron en estuco tallado o barro vidriado. Los paneles murales se adornaron con motivos decorativos de lacería geométrica sobre azulejos. En la arquitectura de los Timuríes y en la Córdoba califal, los mihrabs se recubrieron con teselas de mosaico de colores brillantes. Los turcos fueron destacados productores de cerámica. En el Irán Safawí, la mayor parte de los edificios públicos se decoraron con azulejos. La gama cromática incluyó el dorado y el verde, que se aplicaban mezclados en vez de por separado, como se hacía anteriormente.

Las celosías de madera tallada, en ocasiones con incrustaciones de marfil, también proporcionaron un soporte para la decoración arquitectónica en el mundo islámico. Se emplearon en macsuras, mimbares, ventanas, pantallas y puertas. Los relieves de piedra y de mármol se encuentran en lugares tan distantes como Turquía, Egipto y España.

5 ARTES DECORATIVAS

La proscripción de la temática figurativa, contenida en los hadit, es similar a la iconoclasia desarrollada durante el periodo del Imperio bizantino.

Estas prohibiciones o recomendaciones se seguían estrictamente en el caso de la arquitectura religiosa, como en el caso de las mezquitas, pero la arquitectura civil las transgredía en numerosas ocasiones, dependiendo en cualquier caso de la ortodoxia del gobernante de turno. En el palacio de Msatta (principios del siglo VIII) en el desierto sirio, se aprecia una clara distinción entre la decoración de las dependencias laicas y las religiosas. Los relieves situados en la zona de la mezquita son totalmente abstractos, mientras que los del resto del edificio presentan decoración figurativa zoomórfica. De todos modos, la representación de figuras humanas y animales se hace de forma convencional y con finalidad estrictamente decorativa. Por otro lado estas limitaciones supusieron un acicate para el desarrollo de un repertorio basado en diversas formas y motivos, como la epigrafía (inscripciones caligráficas), el ataurique o decoración vegetal estilizada (arabescos) y la decoración geométrica o de lacería.

5.1 Cerámica

Una de las manifestaciones artísticas que alcanzó mayor esplendor dentro del arte islámico es la cerámica, en la que se puede apreciar un grado de innovación y creatividad comparable al de las artes plásticas de otras culturas.

La primera etapa de innovación en la cerámica islámica se define a partir de las excavaciones de Sāmarrā. La presencia de porcelana china importada en el área de Bagdad estimuló el interés de los ceramistas Abasíes, pero la perfección de estas obras no se pudo conseguir con la arcilla local. La cerámica Tang de colorido verde y amarillo se imitó con éxito, pero para representar el acabado de la porcelana, los ceramistas aplicaron un reflejo metálico, que proporcionaba a las piezas un aspecto cremoso. Algunas de estas vasijas se decoraban con pintura azul, y hay quien opina que esta técnica inspiró las primeras porcelanas azules y blancas de la China (imitadas a su vez por los últimos ceramistas islámicos). La técnica de pintura brillante también apareció en Sāmarrā. Se trata de la misma cerámica de reflejo metálico vuelta a cocer a fuego lento, produciendo así un brillante efecto metálico —pardo, verdoso o rojo— que transforma el recipiente en una pieza con apariencia de oro (loza dorada). Esta técnica se trasmitió a todos los lugares civilizados de Europa, norte de África y Asia.

Desde fines del siglo VIII al siglo XI se realizó en Nisapur y Samarcanda, en el noreste de Irán, otro tipo de decoración cerámica. La nueva técnica consistía en verter un fina capa de arcilla líquida sobre el recipiente para obtener una superficie sobre la que se aplica la decoración pictórica. Algunas de estas piezas, influidas por la tradición Sasánida, se decoraban con figuras de jinetes y otros motivos geométricos y caligráficos. Otra de las tipologías cerámicas iraníes es la que presenta una superficie grabada o esgrafiada, imitando las técnicas de la metalistería. Como la cerámica de reflejos metálicos, esta modalidad puede explicarse como el deseo de buscar un sustituto aceptable a un material más costoso.

En El-Fustat, fundado por los fatimíes de Egipto, se ha encontrado una gran cantidad de cerámica de reflejo metálico y otras modalidades. En el Irán Selyúcida se realizaron vasijas con las paredes de vidrio a imitación de la delicada porcelana china, así como cerámicas vidriadas y azulejos de Ravy y Kasan. Algunos recipientes esmaltados presentan ilustraciones de poemas y escenas heroicas, similares a las que se reproducen en la miniatura persa. Las formas de estas piezas representan en ocasiones a diversos animales.

En Irak, en los años previos a la conquista mongola, Raqqa fue el centro de producción de una fina cerámica vidriada y pintada. En la Turquía otomana lugares como Iznik y Kütahya fueron productores destacados de azulejos, durante el siglo XVIII. Al comienzo estuvieron influidos por los objetos chinos blancos y azules, pero después se produjeron piezas de cerámica según los patrones típicamente turcos, con motivos florales en color turquesa, verde, púrpura, castaño y negro. Los ceramistas Safawíes de Irán, también influidos por las modas chinas, realizaron cerámicas azules y blancas que se exportaban hacia occidente.

5.2 Vidrio

Los artistas musulmanes trabajaron el vidrio utilizando primero las técnicas empleadas en Egipto y en el Irán Sasánida y, posteriormente, desarrollando otras nuevas como en el caso de los fatimíes, que produjeron vidrio tallado, vidrio brillante pintado y vidrio estampado. En este periodo se realizaron también un pequeño número de vasijas talladas en cristal de roca. En Siria destaca el vidrio esmaltado del siglo XII, principalmente sus copas y lámparas de belleza insuperable. Los sirios mantuvieron su maestría en el arte del vidrio en el último periodo, al que pertenecen las conocidas lámparas de mezquita cónicas y esmaltadas.

5.3 Ebanistería y eboraria

Además de su empleo decorativo en arquitectura, la madera se trabajó como material de otras artes aplicadas. En los palacios fatimíes se conservan excepcionales ejemplos de tablas con representaciones cortesanas, que recuerdan el estilo de los coptos (cristianos egipcios). También se tallaron las piezas del mobiliario, especialmente los biombos.

Las cajas de marfil tallado y los colmillos de elefante abundaban en la corte fatimí, continuándose la tradición en la Sicilia musulmana. En ellos se representaban cortesanos, animales y vegetación.

5.4 El arte del bronce

Algunos de los bronces islámicos más refinados se han conservado en los tesoros de las iglesias europeas. Al principio se adoptaron las formas Sasánidas pero el periodo fatimí produjo vasijas de bronce con forma animal, así como candiles y platos. Aunque en el este de Irán se realizaron interesantes piezas grabadas con incrustaciones de cobre y plata, los bronces más refinados fueron producto de los talleres de Mosul (Irak), durante los 50 años que precedieron a la conquista mongola. Entre sus objetos más destacados se encuentran los aguamaniles, tazas y candiles con incrustaciones de plata y oro y motivos abstractos, figurativos e inscripciones. Por su parte, los talleres sirios continuaron produciendo diseños figurativos durante el siglo XIV.

5.5 Manuscritos

La elaborada escritura cúfica, que resultaba tan apropiada para ser labrada en la piedra, aparece en los primeros manuscritos coránicos que nos han llegado. En ellos, algunos acentos diacríticos se pintan en rojo, y las decoraciones doradas entre las suras (capítulos) contrastan con la elegante escritura negra. En el periodo Selyúcida se desarrolló el nesjí, una escritura más cursiva y fluida. Los dos estilos se emplearon en la arquitectura y las artes decorativas.

5.6 Marroquinería

Las encuadernaciones de libros en cuero son un excelente ejemplo de las artes decorativas islámicas. En los primeros tiempos se realizaban en relieves repujados; más tarde se estampaban y doraban las cubiertas y los lomos y, finalmente, en el siglo XVI, se pintan con esmaltes. El trabajo del cuero se aplicó también a los arneses de los caballos y a los objetos empleados en la cetrería.

5.7 Pintura

La pintura de caballete no existió en el arte islámico, concentrado en la ilustración de libros. Las primeras muestras conservadas son miniaturas de manuscritos científicos griegos traducidos al árabe (vehículo por el cual las enseñanzas del mundo clásico se transmitieron a Occidente), las fábulas de Bidpai (300 d.C., traducidas al árabe con el nombre de Caliba y Dinna) y el Maqamat de al-Hariri (1054-1122), narración de las aventuras de un viajero. Estilísticamente todas estas pinturas derivan de la escuela de Bagdad del siglo XIII. Las ilustraciones científicas son dibujos lineales basados en los modelos clásicos, mientras que las coloristas pinturas laicas son de una ingenuidad encantadora, con sólo dos o tres figuras monumentales y paisajes como elementos decorativos.

La miniatura persa de los mongoles o de Il-Khanid floreció en el siglo XIV en Tabiaz (Irán). La influencia china en los detalles del paisaje, la expresividad y la complejidad compositiva caracterizan la nueva escuela. Muchos poemas épicos persas, como el Shar-nama —un manuscrito épico escrito por Firdusi en el siglo XIX— se ilustraron en este estilo. La miniatura continuó su evolución en el siglo XV en Harat (actual Afganistán) bajo el patrocinio de los Timuríes. Bihzād fue uno de los mejores miniaturistas Timuríes, gracias a sus escenas dramáticas y a la profundidad psicológica de sus figuras.

Los gobernantes otomanos también promovieron el arte del libro. Una escuela turca de miniatura del siglo XIV, localizada en Tabiaz, representó escenas de la vida cortesana y militar. Los artistas Safawíes fueron diestros en su estilo y, como consecuencia de la influencia europea, ampliaron su repertorio al incluir retratos de personajes.

En la India musulmana se desarrolló desde el siglo XVI hasta el siglo XIX un estilo peculiar de pintura miniada, más influida por el arte hindú, que representaba con frecuencia a los gobernantes y sus ceremonias oficiales.

5.8 Textiles

Las telas se consideraron objetos de lujo, y las más refinadas se realizaron en los talleres denominados tiraz, controlados por el califa. El sistema del tiraz, comparable a las instituciones oficiales del Imperio bizantino, copto y Sasánida, terminó con la conquista mongola. Los tejidos procedentes de un tiraz (a menudo prendas ceremoniales) se consideraban posesiones del más alto valor. Los tiraz —el término también designa al propio tejido— a menudo llevaban impresa la firma del taller, la fecha y el nombre del gobernante.

En Egipto la mayoría de los tiraz eran de lino y en la época de los fatimíes se entretejían en ellos bordados de seda con hilos de oro. Los mejores tejidos de sedas proceden de la región de Bujará (siglos IX y X) y de Irán, Bagdad, Egipto y España (siglos X y XI). Estas sedas llegaron a Europa a través de las embajadas enviadas por los gobernantes islámicos y allí ejercieron tal influencia que algunos términos europeos para designar tejidos —como damasco— derivan del mundo islámico. El manto de coronación de los emperadores del Sacro Imperio fue bordado por artistas islámicos en Sicilia, y las sedas sicilianas mantuvieron su hegemonía en el siglo XIV, después de la apertura de otros talleres de seda europeos.

Las sedas chinas influyeron en los tejidos islámicos a partir de la conquista mongola como se observa en las sedas con brocados en oro y en algunos detalles decorativos. Los turcos otomanos crearon nuevos diseños para los tejidos de seda caracterizados por el uso de claveles, tulipanes, palmetas y el motivo chino de la nube.

5.9 Alfombras

Las primeras alfombras islámicas que se conservan se fabricaron en Konya (Turquía) en el siglo XIV. Estas alfombras de tonos azules, verdes y rojos siguen un esquema basado en formas naturales con un borde de inscripciones. Durante el dominio de los mamelucos se realizaron alfombras de patrones geométricos en tonos azul pálido, rojo y amarillo. El tejido de alfombras resurgió durante el periodo de los Safawíes de Irán, entre cuyo repertorio aparecen escenas de caza y motivos vegetales. Estas alfombras de seda, de tonos pasteles e hilos de oro y plata, se confeccionaron expresamente para el mercado europeo. Aunque son de gran belleza, marcan el fin de la tradición islámica en el tejido de alfombras.

Arte romano
1 INTRODUCCIÓN

Arte romano, conjunto de manifestaciones artísticas desarrolladas en la antigua Roma y su Imperio, que en su periodo de máximo apogeo se extendió desde las islas Británicas hasta el mar Caspio. El arte romano más primitivo comenzó con el derrocamiento de los reyes etruscos y el establecimiento de la República el año 510 a.C. Se considera que el final del arte romano, y por consiguiente el inicio del arte medieval, llegó con la conversión del emperador Constantino I el Grande al cristianismo y con el traslado de la capital del Imperio desde Roma a Constantinopla en el año 330. Sin embargo, el estilo romano e incluso sus temáticas paganas continuaron representándose durante siglos, a menudo bajo la impronta cristiana.

El arte romano se divide tradicionalmente en dos periodos: el arte de la Roma republicana y el de la Roma imperial (desde el año 27 a.C. en adelante), con subdivisiones correspondientes a los emperadores más importantes o a las diferentes dinastías. En la época de la República, el término romano se aplica casi únicamente al arte realizado en la ciudad de Roma, que conserva la huella de su pasado etrusco (véase Civilización etrusca). Poco a poco, el arte se liberó de su herencia etrusca, gracias a la expansión a través de la península Itálica y el Mediterráneo y a medida que los romanos asimilaron otras culturas como la griega. Durante los dos últimos siglos antes del nacimiento de Cristo surgió una manera típicamente romana de construir edificios, realizar esculturas y pintar. Sin embargo, debido a la extraordinaria extensión geográfica del Imperio romano y a sus diversos pobladores, el arte y la arquitectura romanas fueron siempre eclécticas y se caracterizaron por emplear distintos estilos atribuibles a los gustos regionales y a las preferencias de sus mecenas. El arte romano no es sólo el arte de los emperadores, senadores y patricios, sino también el de todos los habitantes del vasto Imperio, incluyendo a la clase media de los hombres de negocios, los libertos o plebeyos, esclavos y legionarios de Italia y sus provincias. A pesar de que subsisten una gran cantidad de ejemplos escultóricos, pictóricos, arquitectónicos y decorativos, conocemos pocos nombres de sus artistas y arquitectos. En general, los monumentos romanos se realizaron para glorificar a sus mecenas más que para expresar la sensibilidad artística de sus creadores.

2 LA ARQUITECTURA

Podemos hacernos una clara idea de la arquitectura romana a través de los impresionantes vestigios de los edificios públicos y privados de la Roma antigua y gracias a los escritos de la época, como el De architectura, un tratado en 10 volúmenes compilado por Vitrubio hacia el final del siglo I a.C.

2.1 La planificación de la ciudad romana

La típica ciudad colonial romana del periodo final de la República y del pleno Imperio tuvo una planta rectangular similar a la de los campamentos militares romanos con dos calles principales —el cardo (de norte a sur) y el decumano (de este a oeste)—, una cuadrícula de pequeñas calles que dividen la ciudad en manzanas y un perímetro amurallado con puertas de acceso. Las ciudades anteriores a la adopción de este tipo de planificación, como la propia Roma, conservaron el esquema laberíntico de calles sinuosas. El punto focal era el foro, por lo general situado en el centro de la ciudad, en la intersección del cardo y el decumano. Este espacio abierto, rodeado de tiendas, funcionó como el lugar de reunión de los ciudadanos romanos. Fue además el emplazamiento de los principales edificios religiosos y cívicos, entre ellos el Senado, la oficina de registro y la basílica, que consistía en una gran sala cubierta, flanqueada por naves laterales, con frecuencia de dos o más pisos. En las basílicas romanas se celebraban las transacciones comerciales y los procesos judiciales, pero este edificio se adaptó en tiempos cristianos, convirtiéndose en la tipología de iglesia occidental con un ábside y un altar al final de la nave mayor. Las primeras basílicas se levantaron a comienzos del siglo II a.C. en el propio foro romano, pero es en Pompeya donde se encuentran los ejemplos de basílicas más antiguas y mejor conservadas (c. 120 a.C.).

En la Hispania romana se ha descubierto, gracias a diferentes excavaciones y a los vestigios arqueológicos, la planificación de algunas de las más importantes ciudades hispanorromanas, como Gades en Cádiz, Itálica cerca de Sevilla (fundada por Publio Cornelio Escipión el año 206 a.C.), Emerita Augusta (Mérida), Caesar Augusta (Zaragoza) o Tarraco (Tarragona).

2.2 Los templos romanos

El templo principal de las ciudades romanas, el capitolio, estaba por lo general localizado en un extremo del foro. El templo romano fue el resultado de una combinación de elementos griegos y etruscos: planta rectangular, tejado a dos aguas, vestíbulo profundo con columnas exentas y una escalera en la fachada dando acceso a su alto podio o plinto. Los romanos conservaron los tradicionales órdenes o cánones griegos (dórico, jónico y corintio), pero inventaron otros dos: el toscano, una especie de orden dórico sin estrías en el fuste, y el compuesto, con un capitel creado a partir de la mezcla de elementos jónicos y corintios (véase Columna). La Maison Carrée de la ciudad francesa de Nimes (c. 16 d.C.) es un ejemplo excelente de la tipología templaria romana. Los templos romanos no se levantaron únicamente en el foro, sino que aparecen también a lo largo de toda la ciudad y en el campo. Uno de los ejemplos posteriores más influyentes fue el Panteón (118-128 d.C.) de Roma, que consistió en el habitual vestíbulo o pórtico hipóstilo cubierto a dos aguas, seguido por un espacio cilíndrico cubierto por una cúpula, sustituyendo la tradicional cella o habitación principal rectangular. Los templos rotondos, más simples, como el construido hacia el 75 a.C. en Tívoli, cerca de Roma, basados en prototipos griegos de cellas circulares perípteras, fueron también populares.

En España subsisten algunos restos arqueológicos de templos de época romana en las ciudades de Barcelona, Mérida (dedicado a la diosa Diana), Córdoba (columnas de la calle Claudio Marcelo) y Sevilla.

2.3 Las tiendas y los mercados

Los edificios lúdicos y las tiendas estaban diseminados por toda la ciudad de Roma. Generalmente las tiendas eran unidades de una habitación (tabernae) abiertas a las aceras. Muchas muestras, incluyendo las que asociaban el molino con la panadería, se conservan aún en Pompeya y en otros lugares. A veces, se construyó un complejo unificado de tiendas, como los mercados de Trajano (98-117 a.C.) en la colina del Quirinal en Roma, que incorporaban numerosos locales comerciales (tabernae) en diferentes niveles y grandes vestíbulos abovedados de dos pisos.

2.4 Los teatros y anfiteatros

Los teatros romanos aparecieron por primera vez al final del periodo republicano. Constaban de un alto escenario junto a un foso semicircular (orchestra) y un área circundante de asientos dispuestos en gradas (cávea). A diferencia de los teatros griegos, situados en pendientes naturales, los teatros romanos se construyeron sobre una estructura de pilares y bóvedas y de esta manera pudieron ubicarse en el corazón de las ciudades. Los teatros fueron populares en todos los lugares del Imperio. Podemos encontrar ejemplos impresionantes en Orange (principios del siglo I d.C., Francia) y en Şabrātah (finales del siglo I d.C., Libia). Los teatros de Itálica y de Mérida fueron realizados en tiempos de Augusto y de Agripa, respectivamente. El segundo de ellos, aunque presenta diferentes fases constructivas, destaca por su pórtico a modo de gran fachada trasera del escenario (frons scaenae) del siglo I d.C. y por su orchestra semicircular.

Los anfiteatros (literalmente, teatros dobles) tenían planta elíptica con una pista (arena) central, donde se celebraban combates entre gladiadores y animales, y un graderío alrededor similar al de los teatros. El anfiteatro más antiguo conocido es el de Pompeya (75 a.C.) y el más grande es el Coliseo de Roma (hacia el 80 d.C.), que podía albergar a unos 50.000 espectadores sentados, más o menos la capacidad actual de los estadios deportivos. En la Hispania romana destacan los anfiteatros de Mérida, Tarragona e Itálica. También se construyeron circos o hipódromos en las ciudades más importantes; la piazza Navona de Roma ocupa el lugar de un circo que fue construido durante el reinado de Domiciano (81-96 d.C.).

En las ciudades de Tarragona, Sagunto y Toledo pueden hoy día contemplarse algunos restos de antiguos circos romanos.

2.5 Los baños públicos o termas

Tanto las ciudades grandes como las pequeñas, tuvieron termas o baños públicos (véase Baños y termas). Bajo la República se completaron generalmente con un vestuario (apodyterium) y habitaciones para bañarse con agua caliente, templada y fría (caldarium, tepidarium, frigidarium) junto a una zona de ejercicios llamada palestra. Las termas cerca del foro de Pompeya, construidas hacia el siglo II a.C., son un ejemplo excelente de los modelos más antiguos. Bajo el Imperio estas estructuras comparativamente modestas se volvieron progresivamente más grandiosas. Ejemplos posteriores, como los baños de Caracalla (c. 217 d.C.) en Roma tenían incluso bibliotecas, tiendas y enormes espacios públicos abovedados, decorados con estatuas, mosaicos, pinturas y estucos.

2.6 Las obras públicas

Entre los diversos proyectos de construcciones públicas de los romanos, la red de puentes y calzadas que facilitaron la comunicación a través de todo el Imperio y los acueductos que traían el agua a las ciudades desde los manantiales cercanos (Pont du Gard, siglo I a.C., cerca de Nimes), son los más extraordinarios.

El puente de Alcántara sobre el río Tajo, en Cáceres (España), puede ser considerado como una gran obra de ingeniería, gracias a la combinación del arco y la bóveda. Fue construido por el arquitecto Lacer en tiempos de Trajano y llevaba asociados un arco de triunfo y un templo. Aún se yergue el famoso acueducto de Segovia. Está formado por dos series de arquerías (160 arcos en su totalidad), superpuestas en dos niveles por robustos pilares de granito. Su cometido radicaba en surtir y proveer a la ciudad del agua necesaria. Fue construido en el siglo I d.C. Debemos destacar también los acueductos de los Milagros y de San Lázaro en Emerita Augusta (Mérida).

2.7 Las viviendas

Aunque los edificios públicos fueron las construcciones urbanas más grandes y costosas, la mayor parte de la ciudad de Roma estaba ocupada por viviendas particulares.

2.7.1 La domus o casa romana

Las viviendas unifamiliares se construyeron con una amplia variedad de formas y tamaños, pero las domus romanas generalmente mostraron preferencia por la simetría axial, que caracteriza también la mayor parte de la arquitectura pública. Las casas más antiguas, fechadas entre los siglos III y IV a.C., parecen haber sido construidas de acuerdo con los modelos etruscos. La domus italica, o casa de los inicios de la República, constaba de un pasillo de entrada (fauces), un espacio principal a cielo abierto (atrio) con un estanque central para recoger el agua de la lluvia (impluvium), una serie de pequeñas habitaciones (cubicula), una zona de recepción y trabajo (tablinum), un comedor (triclinium), una cocina (culina) y a veces un pequeño jardín trasero (hortus). La parte delantera contaba en ocasiones con estancias abiertas a la calle que servían de tiendas. Durante el final de la República y el comienzo del Imperio, las casas romanas se convirtieron en unidades más complicadas. En el atrio se instalaron columnas de estilo griego, el antiguo hortus se ensanchó y se rodeó de una columnata (peristilo), y la decoración se hizo bastante profusa. Las viviendas de las ciudades más ricas llegarían a ocupar un bloque entero, como ocurrió con la denominada casa del Fauno de Pompeya, construida a principios del II siglo a.C.

2.7.2 La villa y el palacio

Las villas suburbanas, como las que pertenecieron a Cicerón, el orador y hombre de estado, y a otros romanos famosos, incorporaron grandes terrenos, lagos, santuarios y complejos termales. La más extraordinaria de las villas imperiales conservadas es la de Adriano en Tívoli (iniciada el 118 a.C.). El primer emperador, Augusto, que reinó desde el 27 a.C. al 14 d.C., vivió en una residencia relativamente austera en la colina Palatina en Roma, pero Domiciano ordenó construir a su lado un gran palacio imperial (iniciado aproximadamente el 81 d.C.). La domus augustea de Domiciano sirvió también como cuartel general de los emperadores posteriores. Tuvo grandes salones de recepción, comedores públicos, fuentes y un jardín en forma de estadio, además de un ala residencial.

2.7.3 La insulae

Los ciudadanos del periodo imperial que no pudieron permitirse tener viviendas particulares, vivían en insula, viviendas colectivas de muchos pisos, construidas de ladrillo y argamasa, similares a los edificios de apartamentos actuales. Los ejemplos mejor conservados, fechados en los siglos II y III, están en Ostia, el puerto de Roma en la desembocadura del río Tíber.

2.8 Los enterramientos romanos

Los monumentos funerarios fueron un tipo de construcción que casi siempre estaba emplazado fuera de la urbe propiamente dicha. Las tumbas romanas, levantadas generalmente junto a las calzadas principales de entrada a la ciudad, tuvieron una extraordinaria variedad formal porque reflejaron los gustos personales de sus promotores y porque su función, alojar los cuerpos o restos incinerados de los muertos, podía adecuarse a cualquier forma. El emperador Augusto construyó su propio mausoleo en Roma entre los años 27 y 23 a.C., un gigantesco tambor macizo coronado por un túmulo, recordando los sepulcros de tierra de la época etrusca. El emperador Adriano erigió en el otro lado del Tíber un mausoleo aún mayor, construido para él mismo y sus sucesores (135 d.C.-138 d.C.), que en el siglo V se transformó en el castillo de Sant'Angelo. Un potentado contemporáneo a Augusto, Cayo Sextio, se mandó construir hacia el año 15 a.C. una pirámide sepulcral, mientras que en la misma época un próspero panadero, Marcus Virgilium Eurysaces, decoró su tumba con un friso en el que se detallaban las diferentes fases de la cocción del pan.

Las personas con menos recursos, los libertos en particular, fueron enterrados en tumbas comunales llamadas columbaria, en las que las cenizas de los fallecidos se depositaban en alguno de los innumerables nichos diferenciados por una simple inscripción. Se erigieron también grandes tumbas verticales, como la realizada en honor de la familia patricia de los Julios en Saint-Rémy de Provenza (Francia). Su mausoleo, construido entre el 40 y el 30 a.C., consiste en una gran base bajo un cuerpo de cuatro arcos y un pequeño templo circular rematado por dos estatuas. Los sepulcros también podían estar horadados en las laderas de las montañas, con portadas monumentales talladas en los taludes de piedra, como en la necrópolis romana de Petra (actual Jordania).

La denominada tumba o torre de los Escipiones (primera mitad del siglo I d.C.) constituye uno de los mejores sepulcros conservados en la Hispania romana. Localizado cercano a Tarragona, presenta un aspecto de torre con cuerpos superpuestos, en los que se colocaron esculturas del dios Atis y bajorrelieves que quizás representan a los difuntos para los que se realizó el monumento, supuestamente rematado por una pequeña pirámide.

2.9 Los materiales y métodos de construcción

El principal material de construcción romano a partir del periodo republicano, fue el sillar de piedra de cantería local, utilizado junto con vigas de madera, tejas y baldosas cerámicas. La piedra elegida variaba desde la toba y el travertino del centro de Italia al brillante mármol blanco importado de Grecia y Asia Menor o, en tiempos de Julio César, desde Luna (actual Luni, cerca de Carrara, Italia) y los mármoles policromos traídos desde las canteras de todo el mundo antiguo. A menudo se utilizaron finas placas de mármol como revestimiento para cubrir las paredes construidas de sillería o sillarejo ligado con mortero.

Los mármoles dieron esplendor a las construcciones romanas, al igual que a los edificios griegos anteriores, pero la argamasa, material equiparable al hormigón actual inventado por los romanos, les permitió levantar edificios imposibles de construir con el anterior sistema de estructuras adinteladas. El opus caementicium romano era una amalgama de piedras informes, cal y puzolana volcánica, que suministró a los arquitectos romanos los medios para cubrir espacios enormes con grandes arcos y bóvedas, y liberar al diseño arquitectónico de los modelos rectilíneos que se usaron en la arquitectura griega.

Las cubiertas concrecionadas hicieron posible la construcción de los grandes anfiteatros y baños del mundo romano, así como la cúpula del Panteón y algunos santuarios espectaculares en las colinas, como el de Fortuna Primigenia en Palestrina, Italia (principios del siglo I a.C.). Debido a que los muros y cubiertas estaban hechas con moldes, los arquitectos comenzaron a experimentar con configuraciones irregulares que proporcionaban un cierto dramatismo al interior de los edificios. Aunque la argamasa romana podía ser revestida con gran variedad de materiales, el ladrillo fue el más popular durante el Imperio. De hecho, durante los dos siglos anteriores a nuestra era, el ladrillo llegó a ser apreciado por derecho propio como elemento de construcción en las fachadas de los edificios. Las fachadas de argamasa revestida de ladrillo se convirtieron rápidamente en el modelo favorito para los edificios grandes como las insula o casas de apartamentos, las termas y los horrea o almacenes (como los horrea de Epagathius en Ostia, del 145 al 150 d.C.).

3 LA ESCULTURA

A lo largo de todo el mundo romano las estatuas y relieves escultóricos adornaron los edificios públicos y privados. De hecho, algunas construcciones romanas fueron poco más que soportes monumentales para la escultura.

3.1 Los arcos de triunfo

Los arcos de triunfo levantados en todas las partes del Imperio se destacan como uno de los monumentos más importantes. Aunque casi ninguno de los grandes grupos escultóricos (a menudo cuadrigas) que alguna vez remataron estos arcos ha subsistido, el propósito originario de tales construcciones fue únicamente servir de soporte a la estatuaria honorífica. Los arcos primitivos eran muy sencillos pero bajo Augusto y los emperadores posteriores se fueron complicando. Con el tiempo se convirtieron en verdaderos soportes propagandísticos, recubiertos con series extensas de bajorrelieves, anunciando las victorias y las grandes hazañas de los emperadores. Las imágenes solían representar acontecimientos históricos concretos, pero frecuentemente se desarrollaron también temas alegóricos en los que el emperador podía aparecer en compañía de los dioses o recibiendo el homenaje de los pueblos conquistados.

Entre los arcos más importantes conservados en Roma están el de Tito (c. 81 d.C.), en el foro romano, y el de Constantino (312-315 d.C.) cerca del Coliseo. En los dos bajorrelieves del arco de Tito se representa el desfile triunfal del emperador con los tesoros del gran templo de Jerusalén. El arco de Constantino presenta una mezcla de relieves reutilizados de monumentos más antiguos y otros realizados especialmente para dicho arco. Los medallones y frisos muestran una gran cantidad de temáticas, incluyendo escenas de batalla, sacrificio y distribución de dádivas. En los relieves antiguos la cabeza de Constantino fue labrada en sustitución de las de sus predecesores. Esta remodelación de los relieves antiguos fue algo corriente en la Roma imperial. Los monumentos de los emperadores condenados a título póstumo por el Senado (damnatio memoriae) fueron modificados o destruidos.

Algunos arcos decorados con suntuosidad pueden contemplarse también fuera de Roma. En Benevento, en el sur de Italia, se levantó hacia el 114 d.C. un gran arco con 14 placas en las que se rendía homenaje a Trajano. En Orange, Francia, el arco de Tiberio (c. 46 a.C.), uno de los más antiguos, se decoró con representaciones de las tropas y de los prisioneros, escenas de los romanos luchando contra los galos y escudos y armas de los prisioneros. En España se conservan en la actualidad los arcos de Bará en Tarragona, el de Caparra en la ciudad antigua de Capeta (Cáceres) y el de Medinaceli en Soria. El primero de ellos presenta un único vano central, el segundo de ellos, de finales del siglo I d.C., presenta una configuración cuadrifonte y el tercero una estructura tripartita, con un arco central más grande flanqueado por otros dos de menor tamaño.

3.2 Las columnas rostrales y los altares

Ocasionalmente se levantaron también columnas historiadas, con frisos de bajorrelieves en espiral, que relataban con gran detalle las campañas militares de los romanos. La primera y más grande de ellas fue la del foro de Trajano (113 d.C.) de Roma, levantada por el arquitecto Apolodoro de Damasco (véase Columna de Trajano). Describe las actividades de la armada romana en su guerra contra los Dacios, en la frontera septentrional del Imperio (actual Rumania). Los relieves históricos adornaron también grandes altares como el Ara Pacis Augustae (fechado en Roma del 13 al 9 a.C.), cuyos relieves celebran el inicio con Augusto de la pax romana, la gran época de paz y prosperidad del Imperio romano.

3.3 Los estilos escultóricos

El estilo de los relieves escultóricos del Imperio se extiende desde el consciente neoclasicismo griego de los frisos del Ara Pacis al esquemático, frontal e hierático estilo de los nuevos bajorrelieves labrados para el arco de Constantino. En muchos monumentos pueden contemplarse dos o más estilos superpuestos. Como se ha señalado anteriormente, la historia del arte romano fue ecléctica hasta su final y ningún periodo tuvo un estilo unificado. De hecho, las construcciones oficiales a menudo difieren, como se aprecia en los monumentos coetáneos de la capital y las provincias.

3.4 Los relieves funerarios

Los encargos privados de esculturas en relieve se hicieron por lo general en contextos funerarios. Los comerciantes prósperos, como el panadero Eurysaces, hicieron inmortalizar en sus mausoleos las actividades comerciales realizadas en vida. Durante el final de la República y el inicio del Imperio se labraron relieves escultóricos de los libertos para las fachadas de sus sepulcros comunales. En los siglos I y II d.C. los retratos en relieve se colocaron generalmente en los altares funerarios o alrededor de las tumbas.

Los relieves sepulcrales más importantes, utilizados a partir de mediados del siglo II tanto por las clases medias como por las altas, decoraron los sarcophagi (literalmente carnívoros), sarcófagos, producidos en Roma y otras metrópolis importantes del Mediterráneo, incluyendo Atenas y varias ciudades griegas. Muchos de los relieves de los sarcófagos conservados están compuestos únicamente de guirnaldas y otros motivos decorativos, pero se representaron también gran variedad de temas narrativos. Los relatos mitológicos, como los trabajos de Hércules, Meleagro cazando el jabalí enviado por la diosa Ártemis y la leyenda de Níobe y sus hijos, fueron particularmente estimados. El Museo Arqueológico Nacional de Madrid conserva un sarcófago procedente de Husillos (Palencia) realizado en tiempos de Adriano, en el que sus relieves escultóricos muestran una temática relacionada con el mito de Orestes y su venganza, y el Museu Arqueològic de Barcelona conserva otra pieza procedente de Alicante que representa el rapto de Proserpina (siglo II d.C.). A menudo se sustituyó el retrato del fallecido por el busto de un héroe o heroína mitológica. Algunas veces los relieves sepulcrales fueron también de naturaleza pseudobiográfica de modo que el cliente pudiera elegir, a partir de un catálogo, las representaciones de escenas de guerra, sacrificio y matrimonio. La composición de estas escenas se basaba en los relieves imperiales, que podían mostrar al emperador haciendo sacrificios a los dioses oficiales o recibiendo a los emisarios de los bárbaros.

El mármol blanco fue el material preferido por los romanos para los relieves escultóricos, pero en muchas ocasiones emplearon variedades menos costosas de piedra. Por lo general, los relieves se policromaron y en ocasiones incluyeron piedras de colores como el pórfido, material predilecto en el siglo IV, sobre todo en los sarcófagos imperiales.

3.5 La escultura exenta

En la estatuaria de bulto redondo utilizaron los mismos materiales pétreos, aunque se hicieron también gran cantidad de estatuas en bronce o incluso en oro y plata. Se conservan relativamente pocas estatuas en bronce y casi ninguna en oro o plata, ya que muchas de ellas se fundieron en la edad media y periodos posteriores. La estatua ecuestre en bronce (c. 175 d.C.) del emperador Marco Aurelio en la plaza del Capitolio en Roma (conservada únicamente porque se creyó que representaba a Constantino), el busto en oro del mismo emperador en Avenches (Museo Cantonal de Arqueología e Historia, Lausana, Suiza) y el busto de plata (Museo de Antigüedades de Turín, Italia) de Lucio Aurelio Vero, corregente (161-169 d.C.) con Marco Aurelio, son excepciones notables.

También se realizaron estatuas de dioses, héroes y seres humanos en una amplia variedad de contextos. Cada templo tuvo su estatua de culto. Las imágenes en mármol y bronce de dioses y héroes, originales romanos o copias de las antiguas estatuas griegas, fueron comunes no sólo en los lugares públicos como las termas, sino en los atrios, jardines y estanques de viviendas privadas. Los edificios civiles importantes solían poseer un retrato del emperador vivo y a veces incluso de su mujer e hijos. Así por ejemplo en el Museo Arqueológico de Córdoba (España) se conserva una cabeza que representa a uno de los hijos del emperador Tiberio y en el Museo Arqueológico de Tarragona (España) un retrato de Livia.

3.6 Los retratos escultóricos

El retrato escultórico romano compone uno de los grandes capítulos en la historia del arte antiguo. Los retratos conservados varían en tamaño, desde bustos pequeñísimos a enormes estatuas como la de Constantino I el Grande (c. 315 d.C.-330 d.C.), ubicada en su basílica del foro romano. Durante la República fue costumbre que los miembros de la familia portaran imágenes del fallecido durante el cortejo fúnebre. Recientes estudios sugieren que la representación de hombres y mujeres ancianos asociados con monumentos funerarios no son retratos concretos del fallecido sino convenciones culturales sobre su imagen. Esta costumbre se complementaba con los actos conmemorativos y otros eventos como la presencia de sus imágenes en espacios públicos. En cualquier caso, la representación veraz se incluía para completar el compendio de virtudes republicanas. Otra teoría ha sugerido que estas imágenes fueron esculpidas por artistas griegos cuya propia hostilidad hacia los romanos les impulsó a exagerar estos convencionalismos hasta el límite caricaturesco. El concepto simbólico de las imágenes continuó en el periodo de la Roma imperial, tal como revelan las imágenes de Augusto. Cuando el primer emperador murió en el año 14 d.C. a una edad muy avanzada, sus retratos oficiales todavía lo representaban como un hombre joven. Aunque la representación oficial varió a lo largo de su vida en innumerables ocasiones, ninguna le muestra como un monarca anciano. Con el tiempo, sin embargo, las imágenes de los emperadores se volvieron más figurativas.

4 LA PINTURA

Actualmente se conservan pocas tablas pintadas, pero se sabe por la literatura antigua que los artistas romanos elaboraron sobre este soporte una gran variedad de temas, incluyendo acontecimientos históricos, mitos, escenas de vida cotidiana, retratos y bodegones.

4.1 Los retratos pintados

En el periodo de la Roma imperial, los retratos pintados están tipificados por unas tablas que han aparecido en diferentes lugares de Egipto. Estas pinturas, tradicionalmente denominadas retratos del Fayum, por la región al norte de Egipto donde fueron descubiertas, están realizadas con la técnica de la encáustica, un método que disuelve los pigmentos en cera fundida. Estas tablas son los únicos retratos que se conservan en cierto número y aunque se trata de trabajos provincianos, muestran el alto nivel de los pintores romanos. Estas imágenes reflejan los gustos imperantes del momento y suministran una visión de la evolución del retrato durante el periodo imperial. Se conserva (Staatliche Museen de Berlín) un retrato imperial pintado que representa a Lucio Septimio Severo, su mujer Julia Domna y sus hijos Caracalla y Geta. La cabeza de Geta fue borrada después de su condena oficial (damnatio memoriae).

4.2 La pintura mural

La pintura mural, en cambio, está bien documentada, sobre todo en Pompeya y en las otras ciudades que fueron enterradas en el año 79 d.C. por la erupción del volcán Vesubio. Se distinguen cuatro etapas denominadas estilos pompeyanos.

4.2.1 Los estilos primero y segundo

El primer estilo, popular aproximadamente entre los años 120 y 80 a.C. (casa de Salustio, Pompeya), se basa en la decoración griega de interiores y a veces se denomina como estilo de las incrustaciones porque sus pinturas sobre el yeso se utilizaron para imitar el aspecto de los muros de mármol pulidos. Los pintores que trabajaron en el segundo estilo o estilo arquitectónico, desde el 80 al 15 a.C., intentaron crear por medio de la perspectiva una ilusión espacial que se prolongaba más allá de la superficie mural. Las columnatas, los jardines, los escenarios teatrales y los templos circulares fueron motivos usuales. Hoy se pueden encontrar extensas series de frescos del segundo estilo en Pompeya (villa de los Misterios, año 50 a.C.), en una magnífica villa excavada recientemente cerca de Oplontis (también del año 50 a.C.) y en otros lugares. La casa de Augusto en la colina del Palatino en Roma estaba decorada en este elegante estilo (c. 25 a.C.).

4.2.2 Los estilos tercero y cuarto

El tercer estilo u ornamental, datado desde el 15 a.C. hasta el 63 d.C. es una pintura delicada en la que el ilusionismo del segundo estilo se suprimió en favor de arabescos lineales sobre fondos monocromos. Las habitaciones más hermosas pintadas en el tercer estilo se conservan en la villa de Agripa Postumo en Boscotrecase (10 a.C.). El cuarto estilo o estilo intrincado, desarrollado entre el 63 al 79 d.C., antes de la erupción del Vesubio, es el estilo último y más complejo. Los motivos arquitectónicos fueron de nuevo populares, pero no de acuerdo con una perspectiva lógica, sino con estructuras fantásticas e imposibles de construir, como las de la casa de los Vetti en Pompeya. En los estilos tercero y cuarto la parte central de los murales está pintada al estilo de las tablas, mostrando temas mitológicos, aunque también se conocen ejemplos de vida cotidiana y retratos.

El desarrollo de la pintura mural después de la destrucción de estas ciudades por el Vesubio está menos documentado, pero se pueden encontrar estancias pintadas en los siglos II, III y IV en Ostia y, sobre todo, en las catacumbas romanas, donde los temas cristianos se desarrollaron mucho antes de la conversión de Constantino al cristianismo.

Entre los restos murales pictóricos de la Hispania romana debemos destacar los conservados en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida y los de Santa Eulalia de Bóveda (Lugo).

5 OTRAS ARTES

Dondequiera que existieran pinturas murales, es probable que también hubiera suelos policromos. Éstos estaban pintados de forma sencilla, a menudo con tonos uniformes, pero en muchos casos se completaron con baldosas de mármol de colores o pequeños paralelepípedos vítreos (teselas) formando mosaicos.

5.1 Los mosaicos

En todas las partes del Imperio se han encontrado mosaicos romanos. Oscilan desde los modelos abstractos de teselas blancas y negras hasta las ambiciosas composiciones figurativas policromas, como el gran suelo de la casa del Fauno en Pompeya, que se cree reproduce una pintura griega del siglo IV a.C. sobre la batalla de Isos, un encuentro entre los ejércitos de Alejandro Magno y el rey Darío III de Persia. A menudo los techos romanos estuvieron pintados o recubiertos de mosaicos, pero también se decoraron con relieves policromos de estuco. Se han excavado hermosas bóvedas estucadas en la casa Farnesina (20 a.C.) y en la tumba de los Pancratii en Roma (160 d.C.).

En España se conservan muchos mosaicos de época romana. Entre ellos cabe destacar los del Museo de Barcelona (temática circense y pisciforme), los del Museo Arqueológico Nacional de Madrid (sobre todo los que representan los trabajos de Hércules), los de Tarragona (con el tema de la Medusa), los del Museo de Navarra en Pamplona (Triunfo de Baco y Teseo y el Minotauro), los de Itálica (mosaico de Neptuno), los de Mérida (mosaico de los siete sabios y mosaicos de la casa del Mitreo) y los de Ampurias en Girona (Sacrificio de Ifigenia).

5.2 Las gemas, los camafeos, la metalistería y la cristalería

En la Roma antigua las denominadas artes menores, la metalistería, el tallado de gemas o el soplado y moldeado del vidrio, aunque tuvieron un desarrollo menor, fueron muy apreciadas. Los nombres de los artistas rara vez se hicieron constar, pero conocemos al grabador de los sellos oficiales del emperador Augusto, un artífice llamado Dioscórides. Se conservan un gran número de camafeos y piedras preciosas grabadas en hueco, con retratos y figuras mitológicas, así como algunos grandes camafeos con escenas narrativas y alegóricas. Entre los más importantes están la Gemma Augustea (principios del siglo I d.C., Kunsthistorische Museum de Viena), dedicada a Augusto y el Gran Camafeo de Francia (París, Biblioteca Nacional), realizado en honor de Tiberio, sucesor de Augusto.

Los orfebres fueron diestros en la elaboración de joyas de metales preciosos y costosas vajillas. Se han encontrado vajillas de plata romanas en una villa en Boscoreale y en la casa de Menander en Pompeya. Ambos tesoros, enterrados por la erupción del Vesubio, incluyen motivos abstractos, vegetales y figurativos. Los trabajos en miniatura más difundidos del arte romano fueron las monedas acuñadas en oro, plata y cobre. Bajo el Imperio, las monedas mostraban en el lado anverso los retratos de los emperadores y en el reverso representaciones de dioses, de edificios o de relatos mitológicos.

El vidrio romano, a pesar de su fragilidad, se ha conservado en cantidades considerables. La fabricación incluyó las técnicas del vidrio moldeado y del vidrio soplado, además de variantes lujosas como los camafeos de cristal (vaso Portland, siglo I d.C., Museo Británico de Londres), los mosaicos vítreos (ejemplos del siglo I a.C. en el Museo del Vidrio de Corning, Nueva York), los fondos de oro (vidrios decorados por el reverso con pan de oro, ejemplos varios del siglo IV d.C. en el Museo Metropolitano de Nueva York) y la diatreta (vasos torneados), vasijas de cristal de una pieza con figuras talladas en altorrelieve sobre la superficie exterior (vaso Licurgo, siglo IV d.C., Museo Británico).

5.3 Influencia

El arte y la arquitectura de Roma marcaron una profunda impronta no sólo en el arte posterior de la edad media sino también en los periodos renacentista y barroco, e incluso en gran parte del arte contemporáneo que muestra algunos rasgos heredados del pasado romano.

Arco y bóveda
1 INTRODUCCIÓN

Arco y bóveda, elementos fundamentales del sistema constructivo abovedado, empleado en la arquitectura para crear espacios cubiertos entre muros, pilares u otros soportes. El sistema abovedado fue hasta el siglo XIX la única alternativa a otro sistema arquitectónico, bastante más limitado: el adintelado o arquitrabado. Los elementos de este último son el pilar y el dintel, cubiertos por una techumbre de madera plana o a base de armaduras.

2 ARCO

Un arco, en construcción, es una estructura curva que cubre el espacio entre dos puntos de apoyo. Se emplea en diversas composiciones y estructuras, como en la arcada, formada por una serie de arcos; o como elemento de ayuda para la descarga de cubiertas o puentes; o exento, en solitario, como arco triunfal o conmemorativo. El arco tradicional de piedra o ladrillo está formado por bloques dispuestos uno contra otro y sujetos por una tensión lateral. Esta estructura constructiva se utilizó para salvar una distancia mayor de lo que una sola pieza horizontal, o dintel, podía permitir. Desde el siglo XIX los arcos se han fabricado también de una sola pieza, gracias al empleo de nuevos materiales como hierro colado, acero u hormigón armado.

El arco de fábrica consta de numerosos elementos. Sus soportes pueden ser muros, pilares o columnas, y los elementos del muro en donde descansa se conocen con el nombre de impostas. Cada bloque de piedra o ladrillo tallado que lo compone es una dovela, y la dovela central del arco se llama clave. La zona superior es el vértice, y la zona más cercana a la imposta el riñón. La superficie interior (o parte inferior) del arco es el intradós o sofito, y la cara exterior, el extradós. El conjunto de molduras que se encuentra a menudo en la cara exterior del arco se llama arquivolta. Las partes del muro que quedan a cada lado del arco, o entre arcos adyacentes, son las jambas. El espacio que queda entre el arco y el dintel, si existe, se denomina tímpano.

Se han construido arcos desde la prehistoria. Los primeros intentos consistían simplemente en dos piezas de piedra una junto a otra, o colocadas formando una estructura escalonada. Esta última, también llamada arco falso, se basa en la aproximación progresiva de dos partes de un muro, que se encuentran en un punto medio. Los egipcios, babilonios y griegos usaron los arcos normalmente para edificios civiles como almacenes o graneros. Los asirios construyeron palacios con techos abovedados, y los etruscos emplearon los arcos para edificar puentes, paseos cubiertos y puertas de ciudades. No obstante, los romanos fueron los primeros en desarrollar toda la sintaxis moderna del arco. Usaron con profusión el arco de medio punto, normalmente en edificios civiles como anfiteatros, palacios y acueductos. Sin embargo, siguieron la tradición griega (el sistema adintelado) para la construcción de sus templos. Entre las pocas excepciones a esta regla, destaca, como templo abovedado, el panteón de Agripa en Roma.

En el medievo, la arquitectura bizantina del este y el románico del oeste de Europa mantuvieron el típico arco romano de medio punto. Mientras tanto, la arquitectura islámica desarrolló para sus mezquitas y palacios un auténtico catálogo de variados arcos: ojivales, festoneados, lobulados, mixtilíneos y de herradura, entre otros. Alguno de ellos, como el de herradura, provienen de modelos romanos conservados y empleados por los invasores bárbaros (en este caso, por los visigodos). En la arquitectura hispanomusulmana el arco de herradura se apoya sobre delicadas columnas, lo que da lugar a un efecto dramático característico. La arquitectura gótica de Europa occidental se caracteriza por el empleo del arco ojival, cuyos mínimos empujes laterales permitieron adelgazar y dar mayor altura a los muros, incluso sustituirlos por grandes ventanales. Aparece así el típico espacio ligero, luminoso y vertical de las catedrales góticas. En el siglo XX, los arcos parabólicos de hormigón armado se han utilizado en todo tipo de edificios públicos.

3 BÓVEDA

La bóveda, en arquitectura, es una estructura empleada para cubrir un espacio cerrado y puede ser la cubierta del edificio o el forjado que sostiene un piso superior u otro tipo de cubierta. La bóveda se forma como proyección de un arco, normalmente de fábrica, y se compone de bloques tallados llamados dovelas, que se sostienen, como las de un arco, por la presión lateral que ejercen unas sobre otras. A causa de la complejidad espacial de estas presiones se generan unas líneas de fuerza complejas, como los fuertes empujes laterales que aparecen en la base. La base de una bóveda debe, en consecuencia, absorber tanto los empujes laterales como los verticales, propios del peso de la estructura. Para ello se emplean muros gruesos y pesados, o se confían las presiones a estructuras exteriores de apoyo, llamadas contrafuertes. Para la construcción de los arcos y las bóvedas de fábrica se necesita una estructura provisional o cimbra, porque estas estructuras no pueden mantenerse hasta que no se coloca en su sitio la dovela central o clave.

En arquitectura se emplean diversos tipos de bóvedas. La más sencilla es la bóveda de cañón, construida como el desarrollo horizontal de un arco de medio punto (su forma se asemeja a un medio cilindro), que se apoya sobre dos muros rectos. Esta bóveda también puede formarse a partir de un arco ojival. La bóveda anular es similar a la de cañón, pero su eje es circular, de forma que la estructura se asemeja a una fracción de anillo. La bóveda de arista es la resultante de la intersección ortogonal de dos bóvedas de cañón de la misma altura. Las líneas de intersección de dos bóvedas son dos elipses, llamadas aristas. La forma más sencilla de bóveda de arista es la compuesta por la intersección de dos bóvedas iguales, en cuyo caso el espacio cubierto por la bóveda es de planta cuadrada. Si las bóvedas son de diferente tamaño (en el caso de bóvedas de ojiva) el espacio cubierto es de planta rectangular, y las áreas comprendidas entre las aristas son desiguales.

La cúpula es una bóveda semiesférica que descansa sobre un muro de planta circular. Las pechinas son secciones triangulares de esfera, situadas en las esquinas de un cuadrado o de otra sección poligonal para formar la base circular de una cúpula. Entre las bóvedas complejas está la de crucería, compuesta por una serie de arcos estructurales o nervios, entre los cuales se disponen los plementos, o rellenos que cubren los espacios libres. Una de las más sofisticadas es la bóveda de abanico, típica del estilo gótico inglés tardío, en la cual los nervios se multiplican y se agrupan imitando la forma de un abanico abierto.

Véase también Arte y arquitectura islámicas; Arte y arquitectura de Roma.

Siderurgia
1 INTRODUCCIÓN

Siderurgia, tecnología relacionada con la producción del hierro y sus aleaciones, en especial las que contienen un pequeño porcentaje de carbono, que constituyen los diferentes tipos de acero y las fundiciones. A veces, las diferencias entre las distintas clases de hierro y acero resultan confusas por la nomenclatura empleada. En general, el acero es una aleación de hierro y carbono a la que suelen añadirse otros elementos. Algunas aleaciones denominadas “hierros” contienen más carbono que algunos aceros comerciales. El hierro de crisol abierto y el hierro forjado contienen un porcentaje de carbono de sólo unas centésimas. Los distintos tipos de acero contienen entre el 0,04 y el 2,25% de carbono. El hierro colado o fundición contiene entre un 2,25 y un 5% de carbono. Hay una forma especial de hierro maleable, prácticamente sin aplicaciones (sólo se emplea para construir núcleos de hierro en las bobinas eléctricas), que no contiene casi carbono. Para fabricar aleaciones de hierro y acero se emplea un tipo especial de aleaciones de hierro denominadas ferroaleaciones, que contienen entre un 20 y un 80% del elemento de aleación, que puede ser manganeso, silicio o cromo.

2 HISTORIA

No se conoce con exactitud la fecha en que se descubrió la técnica de fundir mineral de hierro para producir un metal susceptible de ser utilizado. Los primeros utensilios de hierro descubiertos por los arqueólogos en Egipto datan del año 3000 a.C., y se sabe que antes de esa época se empleaban adornos de hierro. Los griegos ya conocían hacia el 1000 a.C. la técnica, de cierta complejidad, para endurecer armas de hierro mediante tratamiento térmico.

Las aleaciones producidas por los primeros artesanos del hierro (y, de hecho, todas las aleaciones de hierro fabricadas hasta el siglo XIV d.C.) se clasificarían en la actualidad como hierro forjado. Para producir esas aleaciones se calentaba una masa de mineral de hierro y carbón vegetal en un horno o forja con tiro forzado. Ese tratamiento reducía el mineral a una masa esponjosa de hierro metálico llena de una escoria formada por impurezas metálicas y cenizas de carbón vegetal. Esta esponja de hierro se retiraba mientras permanecía incandescente y se golpeaba con pesados martillos para expulsar la escoria y soldar y consolidar el hierro. El hierro producido en esas condiciones solía contener un 3% de partículas de escoria y un 0,1% de otras impurezas. En ocasiones esta técnica de fabricación producía accidentalmente auténtico acero en lugar de hierro forjado. Los artesanos del hierro aprendieron a fabricar acero calentando hierro forjado y carbón vegetal en recipientes de arcilla durante varios días, con lo que el hierro absorbía suficiente carbono para convertirse en acero auténtico.

Después del siglo XIV se aumentó el tamaño de los hornos utilizados para la fundición y se incrementó el tiro para forzar el paso de los gases de combustión por la carga o mezcla de materias primas. En estos hornos de mayor tamaño el mineral de hierro de la parte superior del horno se reducía a hierro metálico y a continuación absorbía más carbono como resultado de los gases que lo atravesaban. El producto de estos hornos era el llamado arrabio, una aleación que funde a una temperatura menor que el acero o el hierro forjado. El arrabio se refinaba después para fabricar acero.

La producción moderna de acero emplea altos hornos que son modelos perfeccionados de los usados antiguamente. El proceso de refinado del arrabio mediante chorros de aire se debe al inventor británico Henry Bessemer, que en 1855 desarrolló el horno o convertidor que lleva su nombre. Desde la década de 1960 funcionan varios minihornos que emplean electricidad para producir acero a partir de material de chatarra. Sin embargo, las grandes instalaciones de altos hornos continúan siendo esenciales para producir acero a partir de mineral de hierro.

3 PRODUCCIÓN DE ARRABIO

Los materiales básicos empleados para fabricar arrabio son mineral de hierro, coque y caliza. El coque se quema como combustible para calentar el horno, y al arder libera monóxido de carbono, que se combina con los óxidos de hierro del mineral y los reduce a hierro metálico. La ecuación de la reacción química fundamental de un alto horno es

Fe2O3 + 3 CO → 3 CO2 + 2 Fe

La caliza de la carga del horno se emplea como fuente adicional de monóxido de carbono y como sustancia fundente. Este material se combina con la sílice presente en el mineral (que no se funde a las temperaturas del horno) para formar silicato de calcio, de menor punto de fusión. Sin la caliza se formaría silicato de hierro, con lo que se perdería hierro metálico. El silicato de calcio y otras impurezas forman una escoria que flota sobre el metal fundido en la parte inferior del horno. El arrabio producido en los altos hornos tiene la siguiente composición: un 92% de hierro, un 3 o 4% de carbono, entre 0,5 y 3% de silicio, del 0,25% al 2,5% de manganeso, del 0,04 al 2% de fósforo y algunas partículas de azufre.

Un alto horno típico está formado por una cápsula cilíndrica de acero forrada con un material no metálico y resistente al calor, como asbesto o ladrillos refractarios. El diámetro de la cápsula disminuye hacia arriba y hacia abajo, y es máximo en un punto situado aproximadamente a una cuarta parte de su altura total. La parte inferior del horno está dotada de varias aberturas tubulares llamadas toberas, por donde se fuerza el paso del aire. Cerca del fondo se encuentra un orificio por el que fluye el arrabio cuando se sangra (o vacía) el alto horno. Encima de ese orificio, pero debajo de las toberas, hay otro agujero para retirar la escoria. La parte superior del horno, cuya altura es de unos 30 m, contiene respiraderos para los gases de escape, y un par de tolvas redondas, cerradas por válvulas en forma de campana, por las que se introduce la carga en el horno. Los materiales se llevan hasta las tolvas en pequeñas vagonetas o cucharas que se suben por un elevador inclinado situado en el exterior del horno.

Los altos hornos funcionan de forma continua. La materia prima que se va a introducir en el horno se divide en un determinado número de pequeñas cargas que se introducen a intervalos de entre 10 y 15 minutos. La escoria que flota sobre el metal fundido se retira una vez cada dos horas, y el hierro se sangra cinco veces al día.

El aire insuflado en el alto horno se precalienta a una temperatura comprendida entre los 550 y los 900 ºC. El calentamiento se realiza en las llamadas estufas, cilindros con estructuras de ladrillo refractario. El ladrillo se calienta durante varias horas quemando gas de alto horno, que son los gases de escape que salen de la parte superior del horno. Después se apaga la llama y se hace pasar el aire a presión por la estufa. El peso del aire empleado en un alto horno supera el peso total de las demás materias primas.

Después de la II Guerra Mundial se introdujo un importante avance en la tecnología de altos hornos: la presurización de los hornos. Estrangulando el flujo de gas de los respiraderos del horno es posible aumentar la presión del interior del horno hasta 1,7 atmósferas o más. La técnica de presurización permite una mejor combustión del coque y una mayor producción de hierro. En muchos altos hornos puede lograrse un aumento de la producción de un 25%. En instalaciones experimentales también se ha demostrado que la producción se incrementa enriqueciendo el aire con oxígeno.

El proceso de sangrado consiste en retirar a golpes un tapón de arcilla del orificio del hierro cercano al fondo del horno y dejar que el metal fundido fluya por un canal cubierto de arcilla y caiga a un depósito metálico forrado de ladrillo, que puede ser una cuchara o una vagoneta capaz de contener hasta 100 toneladas de metal. Cualquier escoria o sobrante que salga del horno junto con el metal se elimina antes de llegar al recipiente. A continuación, el contenedor lleno de arrabio se transporta a la fábrica siderúrgica.

Los altos hornos modernos funcionan en combinación con hornos básicos de oxígeno, y a veces con hornos de crisol abierto, más antiguos, como parte de una única planta siderúrgica. En esas plantas, los hornos siderúrgicos se cargan con arrabio. El metal fundido procedente de diversos altos hornos puede mezclarse en una gran cuchara antes de convertirlo en acero con el fin de minimizar el efecto de posibles irregularidades de alguno de los hornos.

4 OTROS MÉTODOS DE REFINADO DEL HIERRO

Aunque casi todo el hierro y el acero que se fabrica en el mundo se obtiene a partir de arrabio producido en altos hornos, hay otros métodos de refinado del hierro que se han practicado de forma limitada. Uno de ellos es el denominado método directo para fabricar hierro y acero a partir del mineral, sin producir arrabio. En este proceso se mezclan mineral de hierro y coque en un horno de calcinación rotatorio y se calientan a una temperatura de unos 950 ºC. El coque caliente desprende monóxido de carbono, igual que en un alto horno, y reduce los óxidos del mineral a hierro metálico. Sin embargo, no tienen lugar las reacciones secundarias que ocurren en un alto horno, y el horno de calcinación produce la llamada esponja de hierro, de mucha mayor pureza que el arrabio. También puede producirse hierro prácticamente puro mediante electrólisis (véase Electroquímica) haciendo pasar una corriente eléctrica a través de una disolución de cloruro de hierro (II). Ni el proceso directo ni el electrolítico tienen importancia comercial significativa.

5 PROCESO DE CRISOL ABIERTO

Cualquier proceso de producción de acero a partir de arrabio consiste en quemar el exceso de carbono y otras impurezas presentes en el hierro. Una dificultad para la fabricación del acero es su elevado punto de fusión, 1.400 ºC, que impide utilizar combustibles y hornos convencionales. Para superar la dificultad se desarrolló el horno de crisol abierto, que funciona a altas temperaturas gracias al precalentado regenerativo del combustible gaseoso y el aire empleados para la combustión. En el precalentado regenerativo los gases que escapan del horno se hacen pasar por una serie de cámaras llenas de ladrillos, a los que ceden la mayor parte de su calor. A continuación se invierte el flujo a través del horno, y el combustible y el aire pasan a través de las cámaras y son calentados por los ladrillos. Con este método, los hornos de crisol abierto alcanzan temperaturas de hasta 1.650 ºC.

El horno propiamente dicho suele ser un crisol de ladrillo plano y rectangular de unos 6 × 10 m, con un techo de unos 2,5 m de altura. Una serie de puertas da a una planta de trabajo situada delante del crisol. Todo el crisol y la planta de trabajo están situados a una altura determinada por encima del suelo, y el espacio situado bajo el crisol lo ocupan las cámaras de regeneración de calor del horno. Un horno del tamaño indicado produce unas 100 toneladas de acero cada 11 horas.

El horno se carga con una mezcla de arrabio (fundido o frío), chatarra de acero y mineral de hierro, que proporciona oxígeno adicional. Se añade caliza como fundente y fluorita para hacer que la escoria sea más fluida. Las proporciones de la carga varían mucho, pero una carga típica podría consistir en 60.000 kg de chatarra de acero, 11.000 kg de arrabio frío, 45.000 kg de arrabio fundido, 12.000 kg de caliza, 1.000 kg de mineral de hierro y 200 kg de fluorita. Una vez cargado el horno, se enciende, y las llamas oscilan de un lado a otro del crisol a medida que el operario invierte su dirección para regenerar el calor.

Desde el punto de vista químico, la acción del horno de crisol abierto consiste en reducir por oxidación el contenido de carbono de la carga y eliminar impurezas como silicio, fósforo, manganeso y azufre, que se combinan con la caliza y forman la escoria. Estas reacciones tienen lugar mientras el metal del horno se encuentra a la temperatura de fusión, y el horno se mantiene entre 1.550 y 1.650 ºC durante varias horas hasta que el metal fundido tenga el contenido de carbono deseado. Un operario experto puede juzgar el contenido de carbono del metal a partir de su aspecto, pero por lo general se prueba la fundición extrayendo una pequeña cantidad de metal del horno, enfriándola y sometiéndola a examen físico o análisis químico. Cuando el contenido en carbono de la fundición alcanza el nivel deseado, se sangra el horno a través de un orificio situado en la parte trasera. El acero fundido fluye por un canal corto hasta una gran cuchara situada a ras de suelo, por debajo del horno. Desde la cuchara se vierte el acero en moldes de hierro colado para formar lingotes, que suelen tener una sección cuadrada de unos 50 cm de lado, y una longitud de 1,5 m. Estos lingotes —la materia prima para todas las formas de fabricación del acero— pesan algo menos de 3 toneladas. Recientemente se han puesto en práctica métodos para procesar el acero de forma continua sin tener que pasar por el proceso de fabricación de lingotes.

6 PROCESO BÁSICO DE OXÍGENO

El proceso más antiguo para fabricar acero en grandes cantidades es el proceso Bessemer, que empleaba un horno de gran altura en forma de pera, denominado convertidor Bessemer, que podía inclinarse en sentido lateral para la carga y el vertido. Al hacer pasar grandes cantidades de aire a través del metal fundido, el oxígeno del aire se combinaba químicamente con las impurezas y las eliminaba.

En el proceso básico de oxígeno, el acero también se refina en un horno en forma de pera que se puede inclinar en sentido lateral. Sin embargo, el aire se sustituye por un chorro de oxígeno casi puro a alta presión. Cuando el horno se ha cargado y colocado en posición vertical, se hace descender en su interior una lanza de oxígeno. La punta de la lanza, refrigerada por agua, suele estar situada a unos 2 m por encima de la carga, aunque esta distancia se puede variar según interese. A continuación se inyectan en el horno miles de metros cúbicos de oxígeno a velocidades supersónicas. El oxígeno se combina con el carbono y otros elementos no deseados e inicia una reacción de agitación que quema con rapidez las impurezas del arrabio y lo transforma en acero. El proceso de refinado tarda 50 minutos o menos, y es posible fabricar unas 275 toneladas de acero en una hora.

7 ACERO DE HORNO ELÉCTRICO

En algunos hornos el calor para fundir y refinar el acero procede de la electricidad y no de la combustión de gas. Como las condiciones de refinado de estos hornos se pueden regular más estrictamente que las de los hornos de crisol abierto o los hornos básicos de oxígeno, los hornos eléctricos son sobre todo útiles para producir acero inoxidable y aceros aleados que deben ser fabricados según unas especificaciones muy exigentes. El refinado se produce en una cámara hermética, donde la temperatura y otras condiciones se controlan de forma rigurosa mediante dispositivos automáticos. En las primeras fases de este proceso de refinado se inyecta oxígeno de alta pureza a través de una lanza, lo que aumenta la temperatura del horno y disminuye el tiempo necesario para producir el acero. La cantidad de oxígeno que entra en el horno puede regularse con precisión en todo momento, lo que evita reacciones de oxidación no deseadas.

En la mayoría de los casos, la carga está formada casi exclusivamente por material de chatarra. Antes de poder utilizarla, la chatarra debe ser analizada y clasificada, porque su contenido en aleaciones afecta a la composición del metal refinado. También se añaden otros materiales, como pequeñas cantidades de mineral de hierro y cal seca, para contribuir a eliminar el carbono y otras impurezas. Los elementos adicionales para la aleación se introducen con la carga o después, cuando se vierte a la cuchara el acero refinado.

Una vez cargado el horno se hacen descender unos electrodos hasta la superficie del metal. La corriente eléctrica fluye por uno de los electrodos, forma un arco eléctrico hasta la carga metálica, recorre el metal y vuelve a formar un arco hasta el siguiente electrodo. La resistencia del metal al flujo de corriente genera calor, que —junto con el producido por el arco eléctrico— funde el metal con rapidez. Hay otros tipos de horno eléctrico donde se emplea una espiral para generar calor.

8 PROCESOS DE ACABADO

El acero se vende en una gran variedad de formas y tamaños, como varillas, tubos, raíles (rieles) de ferrocarril o perfiles en H o en T. Estas formas se obtienen en las instalaciones siderúrgicas laminando los lingotes calientes o modelándolos de algún otro modo. El acabado del acero mejora también su calidad al refinar su estructura cristalina y aumentar su resistencia.

El método principal de trabajar el acero se conoce como laminado en caliente. En este proceso, el lingote colado se calienta al rojo vivo en un horno denominado foso de termodifusión y a continuación se hace pasar entre una serie de rodillos metálicos colocados en pares que lo aplastan hasta darle la forma y tamaño deseados. La distancia entre los rodillos va disminuyendo a medida que se reduce el espesor del acero.

El primer par de rodillos por el que pasa el lingote se conoce como tren de desbaste o de eliminación de asperezas. Después del tren de desbaste, el acero pasa a trenes de laminado en bruto y a los trenes de acabado que lo reducen a láminas con la sección transversal correcta. Los rodillos para producir raíles o rieles de ferrocarril o perfiles en H, en T o en L tienen estrías para proporcionar la forma adecuada.

Los procesos modernos de fabricación requieren gran cantidad de chapa de acero delgada. Los trenes o rodillos de laminado continuo producen tiras y láminas con anchuras de hasta 2,5 m. Estos laminadores procesan con rapidez la chapa de acero antes de que se enfríe y no pueda ser trabajada. Las planchas de acero caliente de más de 10 cm de espesor se pasan por una serie de cilindros que reducen progresivamente su espesor hasta unos 0,1 cm y aumentan su longitud de 4 a 370 metros. Los trenes de laminado continuo están equipados con una serie de accesorios como rodillos de borde, aparatos de decapado o eliminación y dispositivos para enrollar de modo automático la chapa cuando llega al final del tren. Los rodillos de borde son grupos de rodillos verticales situados a ambos lados de la lámina para mantener su anchura. Los aparatos de decapado eliminan la costra que se forma en la superficie de la lámina apartándola mecánicamente, retirándola mediante un chorro de aire o doblando de forma abrupta la chapa en algún punto del recorrido. Las bobinas de chapa terminadas se colocan sobre una cinta transportadora y se llevan a otro lugar para ser recocidas y cortadas en chapas individuales. Una forma más eficiente para producir chapa de acero delgada es hacer pasar por los rodillos planchas de menor espesor. Con los métodos convencionales de fundición sigue siendo necesario pasar los lingotes por un tren de desbaste para producir planchas lo bastante delgadas para el tren de laminado continuo.

El sistema de colada continua, en cambio, produce una plancha continua de acero con un espesor inferior a 5 cm, lo que elimina la necesidad de trenes de desbaste y laminado en bruto.

Otro procedimiento para dar forma al acero es el de mecanización por máquinas herramientas. El proceso de mecanizado del acero está basado en dar forma y dimensiones precisas mediante herramientas de corte mientras que la pieza está sometida a una rotación (principio de funcionamiento del torno) o al revés, es decir, gira la herramienta y la pieza a mecanizar está fija o se desplaza linealmente. Este proceso suele estar refrigerado en el punto de corte entre la pieza y la herramienta debido al gran desprendimiento de calor que se produce.

9 TUBOS

Los tubos más baratos se forman doblando una tira plana de acero caliente en forma cilíndrica y soldando los bordes para cerrar el tubo. En los tubos más pequeños, los bordes de la tira suelen superponerse y se pasan entre un par de rodillos curvados según el diámetro externo del tubo. La presión de los rodillos es suficiente para soldar los bordes. Los tubos sin soldaduras se fabrican a partir de barras sólidas haciéndolas pasar entre un par de rodillos inclinados entre los que está situada una barra metálica con punta, llamada mandril, que perfora las barras y forma el interior del tubo mientras los rodillos forman el exterior.

10 HOJALATA

El producto de acero recubierto más importante es la hojalata estañada que se emplea para la fabricación de latas y envases. El material de las latas contiene más de un 99% de acero. En algunas instalaciones, las láminas de acero se pasan por un baño de estaño fundido (después de laminarlas primero en caliente y luego en frío) para estañarlas. El método de recubrimiento más común es el proceso electrolítico. La chapa de acero se desenrolla poco a poco de la bobina y se le aplica una solución química. Al mismo tiempo se hace pasar una corriente eléctrica a través de un trozo de estaño puro situado en esa misma solución, lo que hace que el estaño se disuelva poco a poco y se deposite sobre el acero. Con este sistema, medio kilogramo de estaño basta para recubrir 20 metros cuadrados de acero. En la hojalata delgada, la chapa recibe un segundo laminado en frío antes de recubrirla de estaño, lo que aumenta la resistencia de la chapa además de su delgadez. Las latas hechas de hojalata delgada tienen una resistencia similar a las ordinarias, pero contienen menos acero, con lo que se reduce su peso y su coste. También pueden fabricarse envases ligeros adhiriendo una delgadísima lámina de acero estañado sobre papel o cartón.

Otros procesos de fabricación de acero son la forja, la fundición y el uso de troqueles.

11 HIERRO FORJADO

El proceso antiguo para fabricar la aleación resistente y maleable conocida como hierro forjado se diferencia con claridad de otras formas de fabricación de acero. Debido a que el proceso, conocido como pudelización, exigía un mayor trabajo manual, era imposible producir hierro forjado en grandes cantidades. El desarrollo de nuevos sistemas con convertidores Bessemer y hornos de crisol abierto permitieron producir un volumen mayor de hierro forjado.

Sin embargo, el hierro forjado ya no se fabrica habitualmente con fines comerciales, debido a que se puede sustituir en casi todas las aplicaciones por acero de bajo contenido en carbono, con menor costo de producción y calidad más uniforme.

El horno de pudelización empleado en el proceso antiguo tiene un techo abovedado de poca altura y un crisol cóncavo en el que se coloca el metal en bruto, separado por una pared de la cámara de combustión donde se quema carbón bituminoso. La llama de la cámara de combustión asciende por encima de la pared, incide en el techo abovedado y reverbera sobre el contenido del crisol. Cuando el horno ha adquirido un calor moderado, el operario que maneja el horno recubre el crisol y las paredes con una pasta de óxido de hierro, por lo general hematites. A continuación, el horno se carga con unos 250 kg de arrabio y se cierra la puerta. Al cabo de unos 30 minutos, el arrabio se ha fundido, y el operario añade a la carga más óxido de hierro o residuos de laminado, mezclándolos con el hierro mediante una barra de hierro curvada. El silicio y la mayor parte del manganeso contenidos en el hierro se oxidan, y se elimina parte del azufre y el fósforo. A continuación se eleva un poco la temperatura del horno, y el carbono empieza a quemarse formando óxidos de carbono gaseosos. Según se desprende gas, la escoria aumenta de volumen y el nivel de la carga sube. Al quemarse el carbono, la temperatura de fusión aumenta, y la carga se vuelve cada vez más pastosa y vuelve a su nivel anterior. A medida que se incrementa la pureza del hierro, el operario remueve la carga con la barra para garantizar una composición uniforme y una cohesión adecuada de las partículas. La masa resultante, pastosa y esponjosa, se divide en pedazos o bolas de unos 80 o 90 kg. Las bolas se retiran del horno con unas tenazas y se colocan directamente en una prensa que expulsa de la bola la mayor parte de la escoria de silicio mezclada y suelda entre sí los granos de hierro puro. A continuación se corta el hierro en piezas planas que se apilan unas sobre otras, se calientan hasta la temperatura de soldadura y se laminan para formar una sola pieza. A veces se repite el proceso de laminado para mejorar la calidad del producto.

La técnica moderna para fabricar hierro forjado emplea hierro fundido procedente de un convertidor Bessemer y escoria fundida, que suele prepararse fundiendo mineral de hierro, residuos de laminado y arena en un horno de crisol abierto. Cuando el hierro fundido, que lleva disuelta una gran cantidad de gas, se vierte en la cuchara que contiene la escoria fundida, el metal se solidifica de modo casi instantáneo y libera el gas disuelto. La fuerza ejercida por el gas hace estallar el metal en partículas diminutas que son más pesadas que la escoria y se acumulan en el fondo de la cuchara, donde se aglomeran formando una masa esponjosa similar a las bolas producidas en un horno de pudelización. Cuando se vierte la escoria de la parte superior de la cuchara se retira la bola de hierro y se la somete al mismo tratamiento que el producto del horno de pudelización.

12 CLASIFICACIÓN DEL ACERO

Los diferentes tipos de acero se agrupan en cinco clases principales: aceros al carbono, aceros aleados, aceros de baja aleación ultrarresistentes, aceros inoxidables y aceros de herramientas.

12.1 Aceros al carbono

Más del 90% de todos los aceros son aceros al carbono. Estos aceros contienen diversas cantidades de carbono y menos del 1,65% de manganeso, el 0,60% de silicio y el 0,60% de cobre. Entre los productos fabricados con aceros al carbono figuran máquinas, carrocerías de automóvil, la mayor parte de las estructuras de construcción de acero, cascos de buques, somieres y horquillas o pasadores para el pelo.

12.2 Aceros aleados

Estos aceros contienen una proporción determinada de vanadio, molibdeno y otros elementos, además de cantidades mayores de manganeso, silicio y cobre que los aceros al carbono normales. Estos aceros se emplean, por ejemplo, para fabricar engranajes y ejes de motores, patines o cuchillos de corte.

12.3 Aceros de baja aleación ultrarresistentes

Esta familia es la más reciente de las cinco grandes clases de acero. Los aceros de baja aleación son más baratos que los aceros aleados convencionales ya que contienen cantidades menores de los costosos elementos de aleación. Sin embargo, reciben un tratamiento especial que les da una resistencia mucho mayor que la del acero al carbono. Por ejemplo, los vagones de mercancías fabricados con aceros de baja aleación pueden transportar cargas más grandes porque sus paredes son más delgadas que lo que sería necesario en caso de emplear acero al carbono. Además, como los vagones de acero de baja aleación pesan menos, las cargas pueden ser más pesadas. En la actualidad se construyen muchos edificios con estructuras de aceros de baja aleación. Las vigas pueden ser más delgadas sin disminuir su resistencia, logrando un mayor espacio interior en los edificios.

12.4 Aceros inoxidables

Los aceros inoxidables contienen cromo, níquel y otros elementos de aleación, que los mantienen brillantes y resistentes a la herrumbre y oxidación a pesar de la acción de la humedad o de ácidos y gases corrosivos. Algunos aceros inoxidables son muy duros; otros son muy resistentes y mantienen esa resistencia durante largos periodos a temperaturas extremas. Debido a sus superficies brillantes, en arquitectura se emplean muchas veces con fines decorativos. El acero inoxidable se utiliza para las tuberías y tanques de refinerías de petróleo o plantas químicas, para los fuselajes de los aviones o para cápsulas espaciales. También se usa para fabricar instrumentos y equipos quirúrgicos, o para fijar o sustituir huesos rotos, ya que resiste a la acción de los fluidos corporales. En cocinas y zonas de preparación de alimentos los utensilios son a menudo de acero inoxidable, ya que no oscurece los alimentos y pueden limpiarse con facilidad.

12.5 Aceros de herramientas

Estos aceros se utilizan para fabricar muchos tipos de herramientas y cabezales de corte y modelado de máquinas empleadas en diversas operaciones de fabricación. Contienen volframio, molibdeno y otros elementos de aleación, que les proporcionan mayor resistencia, dureza y durabilidad.

13 ESTRUCTURA DEL ACERO

Las propiedades físicas de los aceros y su comportamiento a distintas temperaturas dependen sobre todo de la cantidad de carbono y de su distribución en el hierro. Antes del tratamiento térmico, la mayor parte de los aceros son una mezcla de tres sustancias: ferrita, perlita y cementita. La ferrita, blanda y dúctil, es hierro con pequeñas cantidades de carbono y otros elementos en disolución. La cementita, un compuesto de hierro con el 7% de carbono aproximadamente, es de gran dureza y muy quebradiza. La perlita es una mezcla de ferrita y cementita, con una composición específica y una estructura característica, y sus propiedades físicas son intermedias entre las de sus dos componentes. La resistencia y dureza de un acero que no ha sido tratado térmicamente depende de las proporciones de estos tres ingredientes. Cuanto mayor es el contenido en carbono de un acero, menor es la cantidad de ferrita y mayor la de perlita: cuando el acero tiene un 0,8% de carbono, está por completo compuesto de perlita. El acero con cantidades de carbono aún mayores es una mezcla de perlita y cementita. Al elevarse la temperatura del acero, la ferrita y la perlita se transforman en una forma alotrópica de aleación de hierro y carbono conocida como austenita, que tiene la propiedad de disolver todo el carbono libre presente en el metal. Si el acero se enfría despacio, la austenita vuelve a convertirse en ferrita y perlita, pero si el enfriamiento es repentino la austenita se convierte en martensita, una modificación alotrópica de gran dureza similar a la ferrita pero con carbono en disolución sólida.

14 TRATAMIENTO TÉRMICO DEL ACERO

El proceso básico para endurecer el acero mediante tratamiento térmico consiste en calentar el metal hasta una temperatura a la que se forma austenita, generalmente entre los 750 y 850 ºC, y después enfriarlo con rapidez sumergiéndolo en agua o aceite. Estos tratamientos de endurecimiento, que forman martensita, crean grandes tensiones internas en el metal, que se eliminan mediante el temple o el recocido, que consiste en volver a calentar el acero hasta una temperatura menor. El temple reduce la dureza y resistencia y aumenta la ductilidad y la tenacidad.

El objetivo fundamental del proceso de tratamiento térmico es controlar la cantidad, tamaño, forma y distribución de las partículas de cementita contenidas en la ferrita, que a su vez determinan las propiedades físicas del acero.

Hay muchas variaciones del proceso básico. Los ingenieros metalúrgicos han descubierto que el cambio de austenita a martensita se produce en la última fase del enfriamiento, y que la transformación se ve acompañada de un cambio de volumen que puede agrietar el metal si el enfriamiento es demasiado rápido. Se han desarrollado tres procesos relativamente nuevos para evitar el agrietamiento. En el templado prolongado, el acero se retira del baño de enfriamiento cuando ha alcanzado la temperatura en la que empieza a formarse la martensita, y a continuación se enfría despacio en el aire. En el martemplado, el acero se retira del baño en el mismo momento que el templado prolongado y se coloca en un baño de temperatura constante hasta que alcanza una temperatura uniforme en toda su sección transversal. Después se deja enfriar el acero en aire a lo largo del rango de temperaturas de formación de la martensita, que en la mayoría de los aceros va desde unos 300 ºC hasta la temperatura ambiente. En el austemplado, el acero se enfría en un baño de metal o sal que se mantiene a la temperatura en que se produce el cambio estructural deseado, y se conserva en ese baño hasta que el cambio es completo, antes de pasar al enfriado final.

Hay también otros métodos de tratamiento térmico para endurecer el acero. En la cementación, las superficies de las piezas de acero terminadas se endurecen al calentarlas con compuestos de carbono o nitrógeno. Estos compuestos reaccionan con el acero y aumentan su contenido en carbono o forman nitruros en su capa superficial. En la carburización la pieza se calienta cuando se mantiene rodeada de carbón vegetal, coque o de gases de carbono como metano o monóxido de carbono. La cianurización consiste en endurecer el metal en un baño de sales de cianuro fundidas para formar carburos y nitruros. La nitrurización se emplea para endurecer aceros de composición especial mediante su calentamiento en amoníaco gaseoso para formar nitruros de aleación.